En una carta fechada en Londres el 14 de febrero de 1858, Marx le escribió a Federico Engels comentando los reclamos de director del “New York Daily Tribune”, le reclamaba a Carlos Marx por el “tono prejuicioso” con que el padre del materialismo histórico había escrito un ensayo biográfico sobre Simón Bolívar y decía: "En lo que toca al estilo prejuiciado, ciertamente me he salido algo del tono enciclopédico. Pero hubiera sido pasarse de la raya querer presentar como Napoleón I al canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque".
La comparación con el emperador negro Soulouque, el dictador de Haití que surgió de entre los esclavos para cometer fechorías contra su propia gente, pone a Bolívar, desde la mira de Marx, en la posición de un dictadorzuelo oportunista y demagogo que había aprendido con ventajas las mañas de la "viveza criolla" americana. Marx demuestra—para profundo pesar de los adoradores del Libertador— que las campañas castrenses emprendidas por Bolívar durante
Marx desmitifica el aura de genio militar que rodea a Bolívar y lo expone como un general calculador y cobarde al punto de calificarlo como "el Napoleón de las Retiradas" en alusión a recurrentes episodios donde Bolívar huye en plena batalla abandonando a sus soldados, como sucedió en agosto de 1814 durante un combate contra las tropas del realista Boves. Y por si fuera poco, Marx le endilga a Bolívar el título de traidor, acusándole de haber participado en la entrega del independentista Francisco Miranda al tirano español Monteverde.
Marcos Roitman Rosenmann y Sara Martínez Cuadrado, en el epílogo de la última edición española (Sequitur, Madrid, 2001) del ensayo que Aníbal Ponce tradujo en 1936 para su revista "Dialéctica", aseguran que "no hay uno sólo de los hechos que Marx relata que no hayan sido admitidos por los propios historiadores amigos de Bolívar". Marx odiaba a Bolívar sin tapujos. Lo odiaba por su origen de clase, por su condición de aristócrata, más que criollo, codicioso de la fama y el poder. Un "pequeño burgués" disoluto y procaz que "tras dejar en funciones al congreso granadino y al general Santander como comandante en jefe… marchó hacia Pamplona, donde pasó más de dos meses en festejos y saraos (...), con un tesoro de unos 2.000.000 de dólares, obtenidos de los habitantes de Nueva Granada mediante contribuciones forzosas, y disponiendo de una fuerza de aproximadamente 9.000 hombres, un tercio de los cuales eran ingleses, irlandeses, hanoverianos y otros extranjeros bien disciplinados", escribió Marx.
Según Aricó, la solidez de la desoladora visión marxista del mito bolivariano se sustenta en uno de los conceptos teóricos fundamentales del socialismo científico para entender los problemas anticoloniales del tercer mundo: se trata del concepto de matriz hegeliana sobre los "pueblos sin historia", según el cual los procesos revolucionarios librados al azar de un mero imperativo positivista, sin la conciencia de una clase hegemónica capaz de imponer su propia racionalidad en el marco de la lucha de clases, devienen en procesos caóticos e irracionales "que permitieron a un personaje mediocre y grotesco representar el papel de héroe". Marx describe entonces los sucesos históricos protagonizados por Bolívar como una suma de casualidades y de hechos gratuitos o "positivos", es decir contingentes, por ejemplo, cuando Marx anota que como consecuencia de las sucesivas derrotas derivadas de la manifiesta incapacidad militar de Bolívar, "a una defección seguía la otra, y todo parecía encaminarse a un descalabro total.
Una de las críticas más duras de Marx contra Bolívar se relaciona con la naciente república de Bolivia y la forma odiosamente bonapartista (en términos marxistas) con que el Libertador diseñaba la estructura del naciente Estado boliviano. Como es sabido, Bolívar se desplazó a los Andes peruanos tras una exitosa campaña en Ecuador, dejando atrás antiguas rivalidades y animadversiones que sostenía con sus propios correligionarios venezolanos y colombianos. Al fundarse Bolivia, el Libertador redactó su famosa Constitución Vitalicia, conocida por Marx como el "Código Boliviano".
"Durante las campañas contra los españoles en el Bajo y el Alto Perú (1823-1824) Bolívar ya no consideró necesario representar el papel de comandante en jefe, sino que delegó en el general Sucre la conducción de la cosa militar y restringió sus actividades a las entradas triunfales, los manifiestos y la proclamación de constituciones.
Mediante su guardia de corps colombiana manipuló las decisiones del Congreso de Lima, que el 10 de febrero de 1823 le encomendó la dictadura; gracias a un nuevo simulacro de renuncia, Bolívar se aseguró la reelección como presidente de Colombia. Mientras tanto su posición se había fortalecido, en parte con el reconocimiento oficial del nuevo Estado por Inglaterra, en parte por la conquista de las provincias altoperuanas por Sucre, quién unificó a las últimas en una república independiente, la de Bolivia. En este país, sometido a las bayonetas de Sucre, Bolívar dio curso libre a sus tendencias al despotismo y proclamó el Código Boliviano, remedo del Code Napoleón. Proyectaba trasplantar ese código de Bolivia al Perú, y de éste a Colombia, y mantener a raya a los dos primeros estados por medio de tropas colombianas, y al último mediante la legión extranjera y soldados peruanos. Valiéndose de la violencia, pero también de la intriga, de hecho logró imponer, aunque tan sólo por unas pocas semanas, su código al Perú. Como presidente y libertador de Colombia, protector y dictador del Perú y padrino de Bolivia, había alcanzado la cúspide de su gloria.…".
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