No importa cuanto vivamos ni las experiencias que tengamos en la vida, al final siempre haremos estúpidamente lo que nos dice una mujer. Después de dos semanas de resistir exitosamente las insinuaciones para ir a ver una película, que de antemano sabía era terriblemente mala, ayer caí en las invencibles garras del monstruo devorador de testículos llamado matrimonio.
Lo triste es que no salí del cine por propia convicción sino que esperé a que mi jefa dijera que podíamos irnos.
Juro que no vuelvo a dejarme convencer de nada... hasta la próxima vez.
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